Desde hace mucho tiempo que los seres humanos hablamos de energía, incluso estamos tan habituados a hacerlo que suele tenerse el concepto de que es un término muy antiguo, pero no, no lo es. Fue a mediados del siglo XIX cuando varios científicos encontraron que fenómenos que hasta entonces se pensaban ajenos unos a otros, como: el calor y el movimiento, la electricidad y el magnetismo, el movimiento y la luz, la afinidad química y el calor, y otros más, se relacionaban entre sí. Es más, se encontraron con que estos fenómenos podían transformarse uno en el otro. Una cuestión aún más interesante que devino de investigaciones científicas es que si se suman todas las clases de energía del Universo esa cantidad enorme se mantiene siempre idéntica, nunca cambia. Esto es un principio de la Física, que indica que la energía no se crea ni se destruye, sino que se conserva. El discernimiento de este tipo de leyes físicas le ha permitido al ser humano generar tecnología que se adapte al medio ambiente para sus diferentes necesidades.
Ahora, ¿qué tienen en común un rayo, el fuego, las olas del mar, una pila y el motor de un barco? Los diversos fenómenos que nos rodean siempre pueden ser pensados en términos de energía, es decir, involucran situaciones que requieren, usan, gastan, aportan, producen y almacenan energía de diversas formas. Por ejemplo: los dispositivos electrónicos que empleamos a diario requieren energía para funcionar, los alimentos que ingerimos nos aportan la energía que necesitamos para vivir, las plantas captan del Sol energía para poder fotosintetizar, un auto en movimiento y miles de acciones más que podría mencionarles.
En los años 60’s el astrofísico ruso Nikolái Kardashev desarrolló una escala para medir el grado de evolución tecnológica de una civilización basándose en la cantidad de energía que la misma es capaz de utilizar en su entorno. La escala se caracteriza por 3 tipos de civilizaciones: tipo I, tipo II y tipo III. En términos generales, una civilización de tipo I ha logrado el dominio de los recursos de su planeta de origen, tipo II de su sistema planetario, y tipo III de su galaxia. En ninguna de las categorías se puede incluir a la especie humana, por lo que posterior a la escala de Kardashev, se designó una nueva categoría: el tipo 0. Ésta categoría incluye en uno de sus rangos a aquellas civilizaciones que tienen la habilidad tecnológica de aprovechar toda la energía disponible de unas pocas fuentes, muy puntuales y no renovables, dónde el modelo económico depende enteramente de estas fuentes para mantener los niveles de crecimiento (como ocurre en la actualidad con el uso de los combustibles fósiles, por ejemplo). Allí se encuadra la civilización moderna de la que formamos parte. Sin embargo, el físico teórico Michio Kaku, sugiere que nuestra civilización podría alcanzar el estado de tipo I en aproximadamente 100 a 200 años, la categoría de tipo II en unos pocos miles de años y la tipo III entre cien mil y un millón de años; escalas de tiempo que resultan insignificantes en comparación con el universo mismo.
Está claro que la energía está estrechamente relacionada con numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana, es por eso que los invito a reflexionar al respecto. Los aliento con algunos disparadores: ¿alguna vez pensaste qué hacemos los seres humanos con la energía que disponemos?, ¿en qué la utilizamos?, ¿hay formas de energía más eficientes para nuestras necesidades?, o bien, ¿qué generen menos impactos ambientales?