En nuestro país, el consumo de pescado está asociado con especies y circunstancias definidas: calamares fritos (rabas) en verano, merluza (filet) y caballa o atún (conservas) para Semana Santa, y más ampliamente, en casos donde se les reconocen sus propiedades nutritivas para el cuidado de la salud. La cifra de ingesta per-cápita se encuentra, desde hace años, entre los 5-10 kg anuales.
Si comparamos estos valores con los de consumo de productos pesqueros en países de la región como Chile (16,8 kg), Perú (17,4 kg) y Brasil (10 kg), notamos una clara diferencia en la importancia que el consumidor argentino le da a este tipo de alimento. Por el contrario, el consumo nacional de carne de otros animales (vacuno, aviar, porcino) es mayor que el de pescado.
En líneas generales, las razones que se esgrimen para determinar la merma en el consumo de pescado son diversas: su precio elevado, la ausencia de una tradición rica acerca de cómo prepararlo, su rendimiento en comparación con otro tipo de alimento, la falta de lugares donde adquirirlo y, también, el desconocimiento de lo que se compra.
Ahora bien, ¿qué sucede si el consumidor está decidido a consumir pescado y no tiene seguridad de que lo que elige no es lo que le están vendiendo?
El estudio “¿Estamos seguros de que comemos lo que compramos? Etiquetado incorrecto de pescado en la provincia de Buenos Aires, el mercado de mariscos más grande de Argentina” (G. Delpiani, 2020) lleva a cabo una detección de los productos de mar sustituidos por otros o mal etiquetados que se ofrecen en el mercado interno. Esta práctica comercial puede traer, entre otros efectos, consecuencias para la salud del ser humano.
A través de un análisis genético de filetes de pescado, se hallaron especies con denominación diferente al nombre comercial utilizado e indicado en la etiqueta del producto. En algunos casos, la especie utilizada como sustituto es, de hecho, más barata o fácil de conseguir que la que figura en la etiqueta. En otros, se utilizaron nombres inventados que no corresponden a los nombres comunes oficiales.
Con el fin de facilitar la compra e identificar los productos según las características morfológicas de sus filetes, se adjunta una cartilla visual con las especies más comunes que se encuentran en el mercado.
Para que el consumo de pescado en nuestro país tenga una mayor relevancia debemos aceptar la importancia de la trazabilidad de los productos durante toda la cadena de suministro. Este seguimiento se presenta como una contribución clave dirigida a generar confianza en el consumidor. Esto es, que el alimento pueda incluir la huella que une el dónde y el cómo de su captura con la mesa en la que lo compartimos. Porque la trazabilidad implica la identificación correcta de todas las especies desde su captura hasta su comercialización, en consonancia, también, con los esfuerzos de todos los organismos públicos y privados involucrados en su procesamiento para destacar sus propiedades nutricionales, la importancia de la preservación del medio ambiente durante la explotación y las múltiples razones de su consumo periódico.
Comer pescado, además de nutritivo, puede ayudarnos a entender qué comemos y cómo comemos.
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Para mayor información sobre el tema ver: https://www.magyp.gob.ar/sitio/_pdf/Catalogo-de-Identificacion-de-Filetes.pdf