Son muchas las actividades que se pueden realizar en la costa marplatense. Están quienes prefieren pasar madrugadas capturando corvinas y pejerreyes, quienes eligen tomar mates en compañía de los lobos marinos o quienes viajan cientos de kilómetros para disfrutar con su familia de una escapada a la playa. Otros más osados se embarcarán en veleros y surcarán las aguas. Otros traerán la pesca del día para alimentar tanto a locales como turistas en las pescaderías de la ciudad. Para que dichos marineros puedan navegar como corresponde, otros construirán y repararán sus barcos. ¿Qué tienen en común todas estas personas? Que realizan sus actividades en aguas protegidas; protegidas por escolleras.
Las escolleras, o rompeolas, son estructuras utilizadas principalmente para controlar la erosión costera y para crear zonas de aguas protegidas para diversos usos. Mar del Plata cuenta con un conjunto de escolleras y espigones entre los que podemos señalar las escolleras norte y sur del puerto de la ciudad y las de las distintas playas: Varese, Cabo Corrientes, Acantilados, Bristol y demás. Cada escollera, espigón o estructura similar, se proyecta y construye según lo que se requiera en dicho espacio costero: generar una playa con fines turísticos; crear una zona de aguas tranquilas para la instalación de muelles de trabajo o proteger una playa existente de oleaje excesivamente peligroso para los bañistas. Cuando se proyecta una escollera se deben considerar aspectos tales como: la geometría y material de la estructura; la geología y topografía de la zona; el impacto ambiental que tendrá la obra; los costos y disponibilidad del equipamiento; el mantenimiento que necesitará a futuro; la funcionalidad específica, entre otros asuntos determinantes.
La información hidrográfica y batimétrica – la que refiere al estudio de las profundidades marinas- más utilizada para proyectar una escollera son las alturas y períodos de ola característica, así como la intensidad y dirección de las corrientes predominantes y la forma y pendiente del talud. Por otra parte, también suelen ser parámetros para el diseño: la dirección y velocidad del viento; la capacidad de disipar la energía del oleaje; el factor de seguridad de la estructura en cuanto a su capacidad de resistir las cargas previstas inducidas principalmente por la acción del oleaje; las modificaciones de los patrones de oleaje de la zona luego de la construcción; la determinación de la cota de coronación; la modificación de la erosión preexistente en la zona, y más. Sí, toda esta información se tiene que tener en cuenta antes de poner una piedra en el agua. Y cabe añadir que en playas con cierto valor turístico se suelen considerar factores estéticos mediante el empleo de elementos de menor impacto ambiental y visual, lo cual implica más trabajo e investigación.
Ahora, como este tipo de construcción costera introduce inevitablemente cambios en las corrientes, que suelen provocar derivas inesperadas de sedimentos así como modificaciones en los ecosistemas linderos, una manera de “predecir” el impacto que tendrá en el entorno es analizar la evolución histórica de la morfología de la costa. Y esta es la clave. En muchos casos, las modificaciones que resulten de este estudio en particular generarán un considerable aumento del costo total del proyecto. Naturalmente, las modelaciones numéricas conjuntamente con experimentos físicos a escala, constituyen herramientas poderosas para evaluar la estabilidad, funcionalidad global y la interacción con el medio en etapas de anteproyecto.
Para la protección de puertos y zonas costeras, por ejemplo la que vemos a diario en el Puerto de Mar del Plata, se utilizan escolleras tipo “rubble mound” dado que gracias a sus propiedades hidráulicas son las más aptas para oleaje intenso y suelen ser más duraderas. Algunas de sus ventajas son su rugosidad, porosidad y su pendiente de cara al mar; las cuales las dota de buena capacidad para destruir gradualmente la energía del oleaje y optimizar su desempeño.
Las secciones de las escolleras tipo “rubble mound” se componen de un núcleo interno, una coraza y uno o varios filtros. El núcleo conforma el soporte primario de la estructura y por tanto se coloca en primer lugar (en la parte inferior). Se construye generalmente de roca altamente compactada de peso menor con respecto a las capas superiores. Sobre el núcleo se monta la coraza, capa principal de resistencia del oleaje, (que es la parte de piedra que efectivamente vemos) y finalmente los filtros, que cumplen una doble función: por un lado soportan los elementos de la coraza y por otro confinan el material del núcleo.
Como vemos, detrás de cada escollera hay muchísima investigación interdisciplinaria, y sobre todo, hay que saber integrar sistemas complejos como los movimientos del agua, las corrientes y la profundidad del mar. Claramente son algo más que un montón de piedras tiradas al agua. Si profundizamos un poco más podremos generarnos preguntas y descubrir diversas cuestiones asociadas a su principio de funcionamiento, con su efecto en el entorno que nos rodea y los desarrollos científico-tecnológicos que están detrás.