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Más allá del Wi-Fi: la brecha que no se ve

Más allá del Wi-Fi: la brecha que no se ve

Por Alicia I. Zanfrillo

50 años fueron necesarios a partir de 1876 para que la invención del teléfono se difundiera ampliamente a escala global. En la evolución de las telecomunicaciones esta innovación marcó un hito al cambiar la forma de interacción entre las personas, permitiendo reducir significativamente tiempos y distancias. A fines del siglo siguiente, el primer teléfono inalámbrico demoró 12 años en alcanzar una difusión a nivel mundial. Ya en el nuevo siglo, 2 años fue el tiempo que le tomó a una red social, Instagram, igualar la hazaña. Y a partir de noviembre del 2022, una nueva tecnología redefinió la escala temporal de la innovación y solo requirió un mes para imitar a sus predecesoras, logrando una masividad sin precedentes. Así la Inteligencia Artificial se integró de forma acelerada al quehacer humano, transformando modelos de negocios, modificando prácticas organizacionales y reconfigurando el modo en que habitamos el presente.

El desarrollo de estas tecnologías trajo aparejado lo que se denomina como brecha digital, refiriéndose a las desigualdades entre personas, territorios y grupos sociales respecto del acceso, uso y apropiación de las tecnologías. Estas brechas se manifiestan tanto entre países como al interior de cada sociedad, diferenciando entre quienes las utilizan y quienes no lo hacen. Una caracterización tradicional de estas desigualdades se formula en tres niveles: el acceso físico a las tecnologías, tanto a los dispositivos como a la conectividad, el desarrollo de habilidades para su empleo y, por último, su uso efectivo. Las políticas públicas en distintos países, se enfocaron en un primer momento en superar la brecha de acceso, a través de la dotación de equipamiento tecnológico. Con el avance de las tecnologías esta desigualdad se resumió en la brecha de conectividad, convirtiendo al número de individuos con conexión a internet en un indicador clave del progreso digital y constituyendo un pasaporte para avanzar en la escalada tecnológica. Posteriormente, diferentes iniciativas en todos los ámbitos de la esfera pública han tenido al desarrollo de habilidades como objetivo, en diversas modalidades y con amplias posibilidades para el desarrollo profesional y personal.

Estas clasificaciones omitieron el primer peldaño o primera desigualdad, llamada brecha motivacional, pues no todas las personas tienen el mismo interés, necesidad o confianza para utilizar las tecnologías de la época. Esta brecha constituye la primera barrera de entrada, generalmente invisible, anterior incluso al acceso material. Además, la distancia digital, se entrelaza con otras preexistentes, como la brecha generacional, de género, geográfica (urbano-rural) y socioeconómica, amplificándolas y complejizándolas. La brecha digital no solo exhibe o deja en evidencia inequidades previas, sino que genera nuevos niveles de exclusión y dificulta los procesos de adaptación en un contexto vertiginoso de aceleración tecnológica.

La situación anterior vive en la actualidad un nuevo hito. La masiva difusión de la Inteligencia Artificial generativa, una tecnología que puede llevarnos a una nueva revolución industrial, abre un nuevo escenario en esta problemática. Para las personas, especialmente para quienes acceden o permanecen en mercado laboral, el umbral de exigencia resulta aún más elevado: desaparecen las tareas rutinarias o repetitivas y se demandan nuevas competencias, algunas de ellas de difícil acceso en el sistema educativo formal. La velocidad del cambio exige, sin mayores dilaciones, actualizaciones de las propuestas formativas que incluyan la alfabetización digital crítica y el dominio de herramientas basadas en IA.

Para las organizaciones, el desafío de su incorporación implica una transición ineludible del mundo analógico hacia entornos digitales, automatizados e inteligentes. Sin embargo, esta transformación no se limita al uso de nuevas herramientas, sino que implica un profundo cambio donde los datos ocupan un rol central en la toma de decisiones. La adopción de IA permite avanzar hacia el mantenimiento predictivo de equipos, la trazabilidad asistida de procesos, la detección automatizada de errores, la simulación de escenarios operativos y el diseño de soluciones en tiempo real. En la actualidad, un desempeño efectivo requiere que estos desarrollos no sean una opción, sino una condición necesaria para la sostenibilidad y la generación de valor agregado.

Cada innovación tecnológica disruptiva abre nuevas posibilidades, pero también amplifica tensiones y desigualdades preexistentes. La IA generativa, por su velocidad de adopción y su capacidad de transformación, acelera estas brechas, exigiendo nuevas habilidades sin demora. Aunque la IA generativa representa una tecnología emergente, su adopción reproduce desigualdades digitales ya conocidas. El desafío actual consiste en reconocer estos patrones de uso preexistentes para mitigar su impacto y asegurar una transición digital más equitativa.

Alicia Zanfrillo

Soy Licenciada en Sistemas con formación doctoral en gestión de tecnologías. Soy docente de la carrera de Ingeniería Pesquera en la UTN-FRMDP y de la diplomatura en Transformación Digital Productiva e Industria 4.0 de la UIA-UTN. Dirijo grupos y proyectos de investigación, trabajo con personas formidables de diferentes disciplinas para generar conocimientos y prácticas que faciliten la incorporación de tecnologías en las organizaciones bajo el ODS Nº 12 – Producción y consumo responsables. Me interesan la economía circular, las nuevas metodologías de desarrollo y los procesos de transformación digital por su contribución al bienestar de nuestra comunidad.